Nuestra Señora de las Maravillas, inicios del s XVIII, obra del italiano Nicola Fiumo. Iglesia conventual de San Esteban, Franciscanos, Cehegín, Murcia.


Ante la multiplicidad de nombres que se proponian, se optó por elegirlo por “insaculación” depositando papeletas con nombres en un saquillo y extrayendo una; repetido varias veces, siempre aparecía -dice la leyenda- el nombre de “Maravillas”. Cartagena quería la imagen, por lo que era peligroso quedarse allí más tiempo y el 23 de julio salieron de la ciudad en dirección Fuente Álamo, villa de Totana y Lorca, no pudieron evitar que los sencillos labradores de Coy y de Avilés, salieran de sus caseríos al paso de la galera, con grandes deseos de contemplar aquel rico tesoro escondido en el cajón. Por el campo de Caravaca llegaron al caserío de la Encarnación y de allí a “Cañalengua” (a 6 km. de Cehegín), en donde hacian guardía los cehegineros encargados de anunciar la llegada tan deseada. La multitud delirante de entusiasmo la vitoreaban, mientras los soldados descargaban los fusiles atronando el aire. Así, en romería llegaron a la entrada del viejo Cehegín, el “Partidor”, junto a la historica “Bodeguica”, donde todo el mundo repetia enfervorizado el nombre de “Maravillas” como una sola voz. Al extraer del embalaje la deslumbrente hermosura de la imagen, la multitud guardaba las astillas del cajón como relíquias milagrosas. Llevaron a la Virgen a la parroquia para que se ratificara su ceheginerismo como todos los cehegineros. La iglesia parroquial no se cerró en toda la noche. Mientras se sucedian idas y venidas de gentes de la villa, de la huerta y de los pueblos vecinos, por las calles se cantaban villancicos a la Virgen con letrillas que decían: Al día siguiente 26 de julio, día de Santa Ana, se trasladó a la Virgen al convento de San Esteban, extramuros de la villa, donde se le está venerando y rezando desde entonces hasta hoy.